Un país termina de conformarse por las personas que lo habitan. A veces, son los pioneros los que cambian a geografía, los que establecen las fronteras, los que emprenden viajes interminables para poblar la tierra que anhelan.
La historia de un país es también la de la manera en la que los límites se establecen, la de las batallas diarias con el entorno, la de los hombres y mujeres que se atrevieron a poblar las zonas más remotas.
Afincados en la austral Rawson, en la costa del mar, un grupo de galeses, con el alma rebelde de los habitantes de la Patagonia, a fines del siglo xix, decide lanzarse a la aventura de explorar las tierras que están al pie de la cordillera de los Andes. Son muchos kilómetros los que deben recorrer, son muchas noches y días por zonas con escasos pobladores, donde el frío puede ser cruel, donde los animales salvajes buscan a las presas desprevenidas. No solo deberán lidiar con todas las inclemencias de la naturaleza, sino que también van a tener un rol preponderante en los diferendos limítrofes con Chile, en demarcar la frontera de la Argentina.
Pero también está la historia de las personas, de los nombres de los que hacen los grandes hitos que quedan registrados en los libros. Esta novela habla de ellos; en especial de una mujer que, decidida a fundar un lugar propio, abandona la comodidad del hogar en busca de la vida que anhela: al pie de las montañas, sin que le importe la ingratitud de la geografía, sin que le importen el frío o los terremotos. Una mujer decidida a enamorarse del paisaje, de la aventura, del hombre que también la espera.
